lunes, diciembre 05, 2005

¿La historia de un corazón cobarde o el sino de todo amante? Parafraseando a Sabina.

Dentro de un invernadero nos encontramos con él, esta allí pero no desea el calor artificial del lugar.
Mientras esta allí, espera que sean las dos, debe encontrarse con ella, sí la dueña de tanto verso derramado. Son muchas las preguntas, pero solo una respuesta: “yo no quiero contigo ni sin ti”.
Apenas llegó a esa respuesta se maldijo: porque lo de ellos no duro lo que duran dos peces de hielo en un whisky, porque la miel en los labios ya se había convertido en una mezcla nada de agradable al gusto. Había perdido la calma y no había cocaína que le devolviera el sosiego ni antología que retuviera tanto reproche. Habían pasado los diecinueve días y las quinientas noches, pero aún seguía pensando en el adiós y en el hola que le dirigiría a las dos de la tarde.
Ya no le importaba ser zapatos viejos frente a un retrato, pues ya no había casino, ni cura para cumplir con los sacramentos. Entonces que opciones quedaban:

Ser un gato en celo cerca de las calles donde se asomara la gatita que acariciar; Vivir menos de lo descrito, o arrojar un mensaje en un botella que se lleve tanto amor que no publicará esta tarde a la dos; buscar una amante inoportuna que se llame soledad; buscar un verano en el que hubiese nieve; partir en el próximo tren con una peluquera veinte años menor;
Pero ¿qué hacer si hasta las suelas de sus zapatos la echan de menos?, ¿será que ya no podrá tener nuevamente un mes de abril de ahora en adelante?
Y así , divagando, comienza su peregrinaje, buscando un encuentro que le ilumine el día, y que el humo le haga olvidar que hacia donde va es al juzgado, y se convierte todo en un viaje de tren interminable, no queda tiempo para sentarse a silbar ninguna melodía, la melancolía no servirá para evitar la firma de los papeles. Ya no habrá un barco enloquecido que lo aleje de la fatiga de no encontrarla antes de las dos, pues ella ya no será ventana para la enredadera de sus recuerdos de tiempos de amor valiente, al menos en apariencia.

Y son las dos, han llegado al juzgado, y aunque hubiese querido decirle que los amores que matan nunca mueren, que esos ojos tristes son el barrio de la alegría a donde él se quiere mudar, termina acusándole recibo de que están en una sala de espera, que ya no guarda esperanza, que ya no hay muebles del amor, que el cambio de acera son las ganas de nadar lejos de ella. Que ya no hay anillos que presumir.
Yéndose, con los ojos en el camino, no vuelve la vista atrás, ya no espera los dos besos (uno por mejilla) desde el taxi, el pañuelo de estación.
Una vez más en calle melancolía, coloca un cartel que dice “corazón cerrado por derrumbe” , ya no queda otra opción, desde las arrugas de su voz, que esa frase será el último verso que explique los pocos motivos para terminar la tarde.
Ya son las cuatro y no hay tren en la estación.

2 Comments:

Blogger Cony said...

uffffffff
sabina
"y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque los amores que matan nunca mueren y.........."

Patty

3:26 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Como decirlo cuando al parecer ya no queda nada que decir.
Que pasa cuando al parecer no hay tiempo para mas, que ya paso, que no hubo dirias.

Que cuando se pudo yo no pude..uff.
Que cuando puedo, no se puede...excusas.

I Say a Litttle pray...que tengas un mejor año, sin tanto tiempo perdido, que te miren en medio de la calle y digan luz...rayos...todo a la vez.
Que tu voz siga mas alla del cristal

7:03 p. m.  

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