lunes, noviembre 07, 2005

Narciso

Esta historia la escribí hace muchos años atrás y a propósito del Transantiago la desempolvé. es una historia verdadera que le ocurrió a mi padre y que yo no quise que solo se quedara en las anécdotas familiares.

Era una calurosa tarde de fines de diciembre colgando de la 184 Maipú Recoleta, un viaje que normalmente dura 30 minutos ya llevábamos más de 45 y todavía quedaba más de la mitad del camino, en aquel escenario, condimentado con uno que otro irritante llanto de guagua, con uno que otro aliento etílico, y con el “lolo” que aunque llevando audífonos, generosamente compartía la música con todos nosotros, y con la vocación de servicio público del conductor que le paraba a cuanto gil quisiera subirse, terminó por crearse un bomba de tiempo que no tardó en estallar a la primera frenada, comenzando a interpelar al señor conductor con frases como, “que te pasa gil cu…, creí que llevai animales”,-es que algunos pasajeros dan para pensar- o “apúra la carreta” - aludiendo a una imagen bucólica y pastoril nada más lejos de aquel escenario -o- “apúrate poh negro curiche” -una clara y racista observación de la pigmentación de su piel -o- “micrero tenías que ser” - aludiendo quizá a su falta de posibilidades en la vida para conseguir otro oficio - e infinitos epítetos con uno que otro matiz folclórico, algunos imposibles de transcribir, llegando incluso a dudar sobre el oficio de su señora madre.

En cambio él, impertérrito, frío como un James Bond de las pistas, concentrado y determinado como un Nikki Lauda de la Alameda, él era el Ghandi de los micreros; no era capaz de devolver violencia, tenía el temperamento que hubiera necesitado cualquier mediador del Medio Oriente, la decisión y coraje para llegar a las metas a pesar de las críticas que cualquier Presidente de la República requiere, él era el héroe anónimo de la Gran Metrópolis.

Y nosotros incapaces de valorar aquella grandeza, nos descargábamos con él de nuestros problemas, y él nos miraba con un dejo de sabiduría, nos entendía y nos perdonaba nuestras miserias, como diciendo: “Señor perdónalos no saben lo que hacen”.

Pero, porque siempre hay peros, hubo solo una palabra, solo un dardo venenoso y cobarde, lanzado anónimamente como suele ser en estos casos que tuvo la fuerza de precipitar el fin del mundo, porque nuestro estoico chofer de la 184 Maipú Recoleta era capaz de soportarlo todo, todo, pero menos que impunemente y a viva voz, le gritaran frente a todos: apúrate poh feo!

Fin

Patty

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Tu anécdota me ha hecho recordar a una de las mejores amigas de mi madre, al igual que tu micrero soportaba a diario en el colegio dende trataba de educar a cuanto alumno se le apareciera en la sala, con muy buen ánimo y sabiduría, soportando cuanto sobrenombre apareciera en la sala, o lanzado a viva voz desde un pupitre. Hasta que un día un insolente alumno de octavo básico osa por llamarle VIEJA CUILAA. ante lo cual dicha profesora hirviendo en llamas se da vuelta y encara a semejante mojón insolente diciéndole: "culiaa seré, pero vieja será tu abuela"

El Terrible

Pd: un saluido a todas las profesora y profesores que dia a día sacrifican su voz, su buen estado de ánimo y su vitalidad en realizar esta honorable labor, que es dar el primer paso para que todos nosotros en algún momento seamos hombres de bién

6:46 p. m.  

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